Excelente artículo de Pello, donde deja claro que observar
al pie de la letra determinadas normas y reglamentos
llevan al ridículo más espantoso, o lo que es peor. a
que los delincuentes brinden con champán.
PELLO SALABURU
Formamos parte de una cultura en la que la norma,
por absurda que sea, adquiere carácter sagrado
por absurda que sea, adquiere carácter sagrado
No se puede grabar en prisión a un ciudadano cuando habla con su letrado, salvo en casos de terrorismo, y no siempre. Lo dicen los expertos. Garzón no lo tuvo en cuenta y ha sido expulsado de la judicatura. La sentencia, adoptada por unanimidad, es impecable.
Sin embargo, esta sentencia impecable nos suscita unas dudas tremendas. Porque detrás, delante, y a ambos lados, los ciudadanos observamos cosas y nos preguntamos sobre algunas cuestiones que en la sentencia impecable aparecen con pecado.
Garzón tiene, como cualquier persona, zonas claras y zonas oscuras en su actuación profesional. Le han gustado los focos, ha sido la indiscreción personificada en muchas ocasiones, no le ha temblado el pulso allí donde otros manifestaban dudas, se ha enfrentado con compañeros de magistratura y, parece que algunos de los sumarios que ha instruido no tenían solidez jurídica. Ya en el otro lado de la balanza, se puede decir que gracias a su trabajo se ha podido perseguir y meter en prisión a terroristas de ETA (con excesos no investigados, por cierto), a políticos comprometidos con los GAL, y a mafiosos varios. Y ha establecido nuevos parámetros en la aplicación de la justicia a dictadores de otros países. Incluso ha intentado que algunos familiares puedan recuperar los huesos de quienes fueron asesinados en la Guerra Civil y en la posguerra. Si ponemos todo esto a la par, es evidente que lo segundo pesa mucho más que lo primero. Hoy todos somos un poco más libres gracias a Garzón, eso no lo debemos olvidar.
Formamos parte de una cultura en la que la norma, por absurda que sea, adquiere carácter sagrado: un compañero no pudo realizar una gestión porque carecía de la fotocopia de su DNI, aunque llevaba el original y él estaba de cuerpo presente. El funcionario se aferraba a la interpretación impecable. La norma, lo escrito, debe ser interpretada al pie de la letra, es lo que vale, es lo más garantista. Pero la vida no funciona así. Es como si al decir «buenos días» tuviera que ser interpretado siempre como una observación objetiva, y no como un saludo de múltiples matices, según las circunstancias. Imagínense el portazo que tras una tremenda discusión entre dos personas termina con un «buenos días». En esta ocasión, los jueces se han agarrado con todas sus fuerzas al texto legal, a los buenos días de los días buenos, para dictar su sentencia impecable.
Sin embargo, si los jueces se atuvieran siempre al texto legal, en su sentido más estricto, ni los italianos habrían podido avanzar en su lucha contra la mafia, ni, ya más cerca de nosotros, se habría podido acabar con ETA ni se habría avanzado en el tema de los GAL. Solamente una lectura más flexible y no tan rígida hizo posible que los aledaños de las organizaciones mafiosas y terroristas pudiesen ser consideradas también como parte de un todo y, por lo tanto, perseguibles. Salvo que me equivoque, creo que fue Garzón el primero en hacerlo, aunque los jueces llevaban lustros con sentencias impecables. Gracias al sentido común se acabó con ETA. Una sentencia ‘impecable’, o un conjunto de ellas, no hubieran acabado con la banda. De modo que esto de las impecabilidades puede esconder debajo cosas extrañas.
Frente a la opinión de brillantes juristas que avalan el resultado, hay otros juristas no menos brillantes (también la fiscal), que piensan exactamente lo contrario y consideran todo esto una chapuza. Sorprende, por inaudito, el celo profesional de algún juez, en este tres por uno que regalan a Garzón. Sorprende el lenguaje beligerante de la impecable sentencia. Sorprende oír a dos miembros del CGPJ, el mismo día, que «no todos los imputados son iguales» y que «la ley es igual para todos». Sorprende que nunca se haya actuado contra otros jueces que han hecho lo mismo que Garzón en otras ocasiones. Sorprendería el ensañamiento con el juez, si no fuera porque estaba bastante claro que le tenían ganas y no lo disimulaban.
Se ha aplicado la interpretación garantista: es la que ha garantizado que el juez acabe condenado y los delincuentes brinden con champán. Algunos llaman a eso seguridad jurídica. Para mí es perder el sentido común. Buenos días.