Una segunda vuelta, aunque evidentemente haya quien piense lo contrario, aporta tres grandes ventajas: evita chantajes, da gobiernos estables, y no permite juegos con los votos del ciudadano.
Es el propio ciudadano quien decide en la segunda vuelta a cuál de las dos formaciones finalistas que intervienen le da su confianza.
Pactos como el que se dió en Extremadura, compras de votos como la que le llevó a Esperanza al poder la primera vez, o la imagen del presidenciable a falta de cuatro o cinco escaños con un grupo local concreto ( ¿Os acosdáis cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad? ) solo pueden evitarse con una segunda vuelta electoral.