Hoy he oído varias voces defendiendo la libertad en el vestir de las mujeres que jueguen al voleibol.
Ciertamente es un tema complicado y, partiendo de la base que es preferible que se bañen en playas públicas a que no, es preferible que salgan a la calle a que no lo hagan, también es preferible que jueguen así el deporte olímpico playero a que no lo hagan.
Pero deducir de semejante estampa que esto es el símbolo del respeto y de la libertad, pues a mí me empieza a rechinar.
Y si encima, detrás de ese presunto derecho a que vista como quiera está una imposición religiosa que no le permite mostrarse ni cómo quiera ni donde quiera, pues la imagen que en principio aparenta ser un símbolo de respeto al derecho individual, se convierte de golpe y porrazo en un esperpento ridículo al que todavía mucha gente no se atreve a reconocer como tal por el tufillo religioso que todavía nos rodea.