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lunes, 13 de marzo de 2017

La Europa a varias velocidades parece hoy la única forma de avanzar.

La cumbre de primavera de los líderes de la UE acabó en Bruselas sin ningún acuerdo destacado, pero con la clara sensación de que la Europa a varias velocidades ya es irreversible.

La escenificación de malestar y de división interna en la Unión debilita el proyecto compartido, máxime en un momento en el que el Brexit y el auge de los populismos hacen que cada vez tenga más eco el discurso eurófobo.

Resulta obvio que lo ideal sería que los Veintisiete avanzaran al mismo ritmo en el proceso de integración. Pero es igualmente claro que la UE se ha ido ampliando a lo largo de la última década de un modo bastante ingenuo, dando cabida a países con situaciones políticas, sociales y económicas absolutamente heterogéneas.

Y, además, las posturas intransigentes e insolidarias que han demostrado países como Hungría en la cuestión migratoria demuestran que su visión de la UE es apenas la de un gran mercado único. 

Por ello, repensar una Europa a varias velocidades parece hoy la única forma de avanzar.