La última edición de los Premios Goya comenzaba con mucho ritmo, con fuegos artificiales y una actuación que prometía novedades en el desarrollo del espectáculo.
Sin embargo, no eras más que un espejismo, puesto que las tres horas restantes fueron un autentico coñazo, una fiesta plana y sin ritmo, donde el repetidísimo estribillo que empezaba con "Quiero dedicar este trofeo a ..." resultó insultantemente aburrida.
Quizás lo mejor de la noche fueron los discursos de dos figuras del cine español:
José Sacristán y Blanca Portillo.
José Sacristán y Blanca Portillo.
Por cierto, me parece que la película "Maixabel" merecía más, mucho más.