Hoy estamos aquí, en esta plaza, para manifestar la alegría y satisfacción que sentimos porque, por fin, se ha producido el final del terrorismo de ETA. Somos conscientes de que hay que mantener la calma y que debemos ser prudentes al valorar lo ocurrido y a la hora de afrontar los nuevos tiempos. Pero, sinceramente, después de tantos años de impotencia, de rebeldía ante semejantes injusticias, de dolor... creemos que nos merecemos una explosión de felicidad y de esperanza real en un futuro que nos hemos ganado a pulso.
Efectivamente, Lortu dugu, lo hemos conseguido. Y no ha sido fácil. La primera barrera que había que combatir era una sociedad adormecida por el terror de las pistolas y las bombas. El miedo y la indiferencia imposibilitaban cualquier freno a la violencia y la tiranía que imperaba en nuestras calles. Y las víctimas que producía esa sinrazón ni siquiera las veíamos. Fueron tiempos de los que no podemos sentirnos orgullosos, más bien lo contrario. Sin embargo, afortunadamente, aquello cambió y, poco a poco, la lucha contra el terror fue convirtiéndose en un clamor mayoritario de nuestra sociedad.
Por eso, en este día de celebración, queremos hacer un reconocimiento a toda la sociedad. Un destacado lugar deben ocupar las personas que rompieron con el miedo, que se comprometieron con esta sociedad, con los mejores valores que pueden inspirar una convivencia normalizada, que se solidarizaron con cada víctima, que se atrevieron a dejar de ser invisibles e indiferentes y se convirtieron en un punto de resistencia a la barbarie. A todas esas personas anónimas que desnudaron su conciencia en medio de su entorno hostil con un coraje cívico digno de alabar, a todas ellas, muchas gracias de todo corazón. Ellas han sido durante años la dignidad de esta sociedad y el germen de la deslegitimación de la violencia que hoy ha dado su más preciado fruto. Y el hecho de que la inmensa mayoría de esta sociedad plural rechace el terrorismo es la mayor garantía que tenemos de que la paz sea duradera.
Queremos reconocer también el valor de nuestros políticos, sobre todo los que estaban directamente amenazados. Queremos reconocer el arduo trabajo que han tenido que hacer en unas condiciones realmente adversas. Defender sus ideas bajo la presión de las pistolas ha sido algo insoportable y ha contaminado enormemente la política diaria y la que exigía visiones de más altura. A muchos les ha costado la vida defender sus ideas. Ellos y quienes sin haber sido asesinados han vivido la presión tan grande de la amenaza de muerte, son los máximos exponentes de la defensa de la democracia y la libertad. A todos ellos, gracias.
Asimismo, queremos reconocer a los jueces que mantuvieron dignamente el ejercicio de su profesión a pesar de haber sido presionados hasta el infinito con el asesinato de compañeros suyos. Reconocemos la dura labor que han realizado los medios de comunicación cuyos profesionales han sido acosados, ignorados y hasta asesinados por el simple hecho de utilizar su principal herramienta de trabajo, la libertad de expresión. También queremos hacer especial mención a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que han sufrido más que nadie el cruel zarpazo de la violencia. Su trabajo era custodiar nuestra seguridad y ETA los convirtió en objetivos prioritarios durante muchos años. Gracias por la labor que han desarrollado. Y no queremos olvidar a los empresarios que con tanta entereza manifestaron un gran valor, un amor por esta tierra y supieron defender su dignidad como pocos.
No podemos continuar con los reconocimientos sin mencionar a quienes más los merecen: las víctimas. Sabemos que han sido más de 800 las personas asesinadas por el terrorismo, pero aún están sin contabilizar las miles de personas que tienen señaladas en su cuerpo las pruebas del dolor que la más dura intransigencia les dejó para siempre. Como hemos dicho, durante muchos años fueron invisibles a nuestros insensibles ojos. Por eso, hoy les manifestamos públicamente nuestra profunda y redoblada solidaridad. Ellas se han erigido en el motor que empujó la deslegitimación del terrorismo. Una sola víctima ya es suficiente para negar todo lo que significaba ETA. Ellas son la primera razón contra el terrorismo.
El “cese definitivo de la actividad armada” de ETA nos llena de alegría porque recuperamos el derecho a vivir en paz y en libertad, tantos años secuestrado. Y, además, no podemos obviar que ETA ha renunciado a usurpar la voluntad democrática de la ciudadanía. Por primera vez, ETA asume que únicamente podrá tratar aquellas cuestiones que le afecten a sí misma y las consecuencias de lo que ha producido, pero nunca, bajo ningún concepto, lo que atañe a nuestra voluntad democrática. Son dos pasos fundamentales.
Es posible que necesitaran determinadas escenificaciones para hacer público su comunicado. Si era necesario, que fuera. Pero hay que poner de manifiesto que la mediación no ha sido entre ETA y el resto de la sociedad, como pudiera parecer. La única mediación que ha habido ha sido entre una izquierda abertzale que veía en peligro su futuro si continuaba la violencia y una ETA que se resistía a perder el poder que se arrogaba mediante la violencia. Y en ese debate, por primera vez, han perdido las armas.
Ahora tenemos que mirar al futuro. Un futuro que tiene que partir necesariamente de un crítico análisis de los errores cometidos en estos años. No puede ser de otra manera, salvo que estemos dispuestos a vivir bajo la sombra del terror permanentemente. Tenemos que hacer y exigir un importante esfuerzo para dejar la verdad lo más clara posible. No podemos permitir más injusticia después de la violencia.
Y, además, queda mucho trabajo que hacer porque la normalización de la política y de la convivencia no va a ser fácil. Son demasiados años de relaciones adulteradas, de palabras traicionadas, de derechos coartados, de ideales sometidos, de libertades cercenadas...
Tenemos un importantísimo reto por delante en el que habrá que trabajar con tanto ahínco como se hizo para terminar con el terrorismo. Habrá que tener calma y paciencia, mucha prudencia, tolerancia, respeto y empatía. Y nunca habrá que renunciar a la justicia, a la verdad, a la educación, a la construcción de un relato digno, al reconocimiento a quienes sufrieron el ataque dirigido a todos. Tenemos energías renovadas y la libertad recién estrenada. Si esta sociedad ha conseguido que ETA cese su actividad, también va a ser capaz de crear un futuro digno.