Esta nueva situación de cese definitivo de la violencia de ETA desgraciadamente no resuelve las trágicas consecuencias que se han generado tras más de cuatro décadas de muerte y destrucción. Tanto las víctimas directas y sus familiares marcados para siempre, como una sociedad gravemente convulsionada que necesariamente ha de recomponerse, nos sitúan en un escenario en el que es imprescindible dar pasos para que el recuerdo se imponga al olvido y para que de ningún modo caigamos en la tentación de pasar página como si nada hubiese ocurrido. Sólo su memoria nos permitirá crear un futuro con dignidad, justicia y libertad.