Después de la noticia de la noche de ayer no se si pensará lo mismo pero el
diputado general de Gipuzkoa manifestó que la foto de Amaiur con
el Rey de España “es un paso a la normalidad”. Pues ¡toma normalidad!.
En un excelente artículo publicado hoy en Vocento, Xabier Gurrutxaga nos recuerda que durante años, hasta hace bien poco, quienes se acercaban al Palacio de la Zarzuela con idéntico motivo eran tildados de traidores y serviles por aceptar los actos del Jefe de Estado, figura que representa- según decían- la opresión sobre Euskal Herria. Menos mal que tenemos memoria.
En un excelente artículo publicado hoy en Vocento, Xabier Gurrutxaga nos recuerda que durante años, hasta hace bien poco, quienes se acercaban al Palacio de la Zarzuela con idéntico motivo eran tildados de traidores y serviles por aceptar los actos del Jefe de Estado, figura que representa- según decían- la opresión sobre Euskal Herria. Menos mal que tenemos memoria.
Hace muy pocos meses, el diputado general de Gipuzkoa y el
alcalde de Donostia rechazaron participar en el acto oficial de
inauguración del Basque Culinary Center debido a la presencia de los
Príncipes de Asturias, que a juicio de los nuevos regidores de la
Diputación y del Ayuntamiento de Donostia “son el símbolo de la
negación de este pueblo” En diciembre de 2004 la ilegalizada
Batasuna criticó duramente a Mondragón Corporación Cooperativa por
haber invitado a los Reyes de España a la inauguración de las
nuevas instalaciones de Fagor, acusándoles de marketing para
consolidar su presencia en el mercado español. Así, nos podríamos
remontar hasta 1981, a la Casa de Juntas de Gernika, cuando los
electos de HB interrumpieron el discurso del Rey cantando el Eusko
Gudariak como acto de protesta por la presencia de los monarcas
españoles en tierras vascas.
Durante estos treinta años la
izquierda abertzale no sólo cuestionó y negó legitimidad
institucional al Rey para asistir a cuantos actos en Euskadi, sino
que también sintió la necesidad de organizar la protesta contra
dicha presencia. En el argumentario de la izquierda abertzale la
protesta expresaba la normalidad. Lo ‘normal’ era combatir la
presencia del Rey o del Príncipe en Euskal Herria, lo sumiso, lo
servil era aceptar estas visitas. Hasta la indiferencia era
considerada como una actitud aliada de los enemigos. Ayer el
representante de Amaiur acudió a la Zarzuela para mantener el
encuentro previsto en la Constitución. Amaiur podía haber rechazado
la invitación, pues no existe ninguna obligación política,
parlamentaria ni jurídica. Podían haber declinado la invitación y
explicar las razones de la negativa en orden a no legitimar con sus
actos unos procedimientos constitucionales que lo que hacen
precisamente es realzar la función institucional del Rey como Jefe
del Estado. Eso sería lo coherente y congruente en ellos. Sin
embargo, han optado por adaptarse a la ‘nueva situación’, dando
más importancia a la forma. Tienen necesidad de que las
instituciones y las formaciones políticas les acepten como a los
demás.
Es fundamentalmente una cuestión de marketing para los
nuevos tiempos. Saben que entre la imagen construida durante treinta
años en base al rupturismo violento y la imagen amable que ahora
tratan de articular, hay un abismo que no será fácil salvar sin
dificultades internas y externas. Dificultades que surgirán de la
dialéctica que enfrenta dos necesidades de naturaleza distinta. De
una parte, la necesidad de ser tratado institucionalmente como los
demás, una vez ‘roto’ por desistimiento el vínculo con la
estrategia de la violencia; y, de otra parte, la necesidad de
mantener la imagen ante su electorado de que ‘ellos’ son
distintos a los otros. El hecho cierto es que ‘para bien y para
mal’ la izquierda abertzale que dirige ya bastantes instituciones
se parece mucho a las formaciones políticas que ellos han combatido
durante décadas. Y no han hecho más que empezar.
Cuando Martín
Garitano dice que el encuentro con el Rey supone un paso a la
normalidad, conviene aclarar de quién estamos hablando. Es un paso
de la izquierda abertzale que transita desde el rupturismo con el
sistema institucional, a una nueva situación basada en su
integración en ese mismo sistema institucional. Ese es el paso a la
‘normalidad’ que representa el encuentro de Amaiur con el Rey. Lo
de la entrega de la carta, pidiendo al Rey que se implique en el
conflicto vasco, es marketing para justificar la cita. Sin embargo,
políticamente es un contrasentido, pues es una manera de
realzar la figura del Rey, otorgándole un papel que ni el
ordenamiento jurídico que dicen combatir le concede. Lo que son las
cosas.