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El 30 de noviembre de 1786 se encendió una luz en el mundo que hoy, más de doscientos años después, brilla aún con más fuerza. Ese día, Pedro Leopoldo de Lorena, Gran Duque de la Toscana, firmó la abolición de la pena de muerte, lo que convertía al Ducado de Toscana en el primer estado que renunciaba a la pena capital en el mundo. En este artículo recordamos por qué cada año se iluminan edificios como el Coliseo de Roma, el Atomium de Bruselas o la Catedral de Barcelona.
Hoy día son 140, dos tercios del mundo, los que han abandonado el uso de la pena capital, bien en la ley, bien en la práctica. Sin embargo, no podemos bajar la guardia: en los últimos años, varios países han reanudado las ejecuciones o manifestado su intención de reanudarlas. Países como Gambia, India, Indonesia, Kuwait, Nigeria, Pakistán y, recientemente, Vietnam. Parecen buscar en la pena capital una supuesta solución a la delincuencia y al crimen.