El debate sobre qué le pasa al Bilbao Basket está abierto y servido. Desde la teoría de la falta de cobro de los jugadores, y de ahí su extraño mal rendimiento, hasta la otra que indica que todo se debe a una mala concepción de la plantilla y de sus piezas, culpando de todo ello a su entrenador jefe Rafa Pueyo.
Todos sabíamos que esta temporada iba a ser de una difícil transición en lo deportivo por mor de la reducción drástica del presupuesto y, sobre todo, por la disolución de un equipo y un entrenador que cerraban un ciclo muy fructífero en lo deportivo. La ausencia de ayudas públicas y los dos grandes fiascos del patrocinio privado, Gescrap y el más sangrante de todos Uxue, obligaban, sí o sí, a tomar decisiones por la vía rápida.
Sin ese dinero, que hasta ahora ha alimentado las arcas bilbaínas, la temporada se presentaba con la obligatoriedad de confeccionar un equipo con el caché muy a la baja. Esta situación, que en un principio no generó mucha inquietud entre los aficionados, se está tornando de cierta alarma ante los resultados que se están obteniendo.