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El palimpsesto de estratos históricos común a toda el área del Mediterráneo halla su más cabal expresión en la mezquita-catedral de Córdoba. Al templo romano dedicado a Jano se superpuso una iglesia visigoda y a partir de la invasión araboberéber de la Península, los emires y califas omeyas edificaron sobre aquella la mezquita columnaria que hoy admiramos. Tres siglos después de la reconquista de la ciudad por Fernando III, el episcopado procedió a la construcción de una basílica cruciforme en el interior del edificio musulmán y la mezquita consagrada al culto católico se convirtió en un símbolo del ecumenismo religioso celebrado por millones de visitantes venidos del mundo entero, un símbolo que el bien asentado fundamentalismo del actual obispo, Demetrio Fernández, se esfuerza en borrar.
La denuncia por parte del colectivo de ciudadanos Plataforma Mezquita-Catedral Patrimonio de Todos, del atropello histórico consistente en encubrir la huella islámica y andalusí de la mezquita mediante manipulaciones y trampantojos, se apoya en hechos indiscutibles y argumentos sólidos. Como un prestidigitador, el obispo Demetrio Fernández se ha sacado de la mitra una afirmación mirífica: la mezquita no es una mezquita, ni siquiera una catedral-mezquita, sino un mero templo católico. El bellísimo bosque de arcos y columnas omeyas que fascina a millones de visitantes sería, según él, producto de una fugaz “intervención musulmana”. Y como las burdas manipulaciones de la historia obedecen siempre a propósitos e intereses más bajos, la decisión de negar la realidad histórica del monumento fue precedida en 2006 de una ley que se remonta a la era franquista y en virtud de la cual lo que era propiedad de todos los cordobeses pasó a serlo del Cabildo, en cuyo nombre fue registrado. Los tiques de entrada de quienes acuden a él, atraídos por su fama, pasan así a alimentar el presupuesto de una corporación exenta de imposición tributaria y muy poco atenta, por cierto, a las dificultades que atraviesan sus diocesanos víctimas de la crisis económica, los recortes sociales y el paro.