Lo primero que recibimos al nacer y lo último de lo que nos desprendemos al morir es el regalo invisible del aire.
A veces disfrutamos de suaves brisas que acarician nuestros días, otras de vendavales que nos empujan, sacuden o revuelven, y en ocasiones padecemos huracanes que nos arrasan o arrebatan lo que más queremos.
Nunca he sabido de dónde sopla el viento, pero en Cádiz, quieras o no, lo sabes.
El poniente viene del mar, del oeste. Es fresco, suele despejar el cielo dejando un sol brillante y se respira mejor.
El levante en cambio es seco, caluroso, destroza nervios, ilusiones y cristales y viene del este, como Mary Poppins.
No se puede elegir el viento, pero sí lo que hacemos con él: guarecernos, contemplarlo tras un cristal, seguirle la corriente, marchar en su contra ... o utilizarlo para volar.
Vientos de levante transcurre durante un verano en la Bahía gaditana. Ainhoa, una escritora que atraviesa una crisis personal, viaja por vacaciones para visitar a su amiga Pepa, una psicóloga que desarrolla su trabajo en dos centros de Cádiz: en una casa hogar de enfermos mentales y en el área de cuidados paliativos de un hospital, donde conocerá a Sebastián, enfermo de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica).
Durante unas semanas nuestras protagonistas compartirán experiencias marcadas por varias realidades: la frágil frontera (o el cruel muro) que nos separa de la locura y afrontar la muerte como algo natural y cercano que acabará por ganarnos la batalla a todos pero que nos deja de tregua la posibilidad de exprimir la vida al máximo y hasta el final.
Es una historia sencilla, plagada de humor y amor, donde el espectador se siente identificado con los problemas, inquietudes, temores y deseos de cada uno de los personajes.
Todo ello teniendo como marco las hermosas tierras gaditanas con su alegría, sabor, sus playas y su interminable brisa que cuando menos te lo esperas se transforma en un vendaval que sacude, molesta y revuelve las aguas de todos nuestros mares.
Durante unas semanas nuestras protagonistas compartirán experiencias marcadas por varias realidades: la frágil frontera (o el cruel muro) que nos separa de la locura y afrontar la muerte como algo natural y cercano que acabará por ganarnos la batalla a todos pero que nos deja de tregua la posibilidad de exprimir la vida al máximo y hasta el final.
Es una historia sencilla, plagada de humor y amor, donde el espectador se siente identificado con los problemas, inquietudes, temores y deseos de cada uno de los personajes.
Todo ello teniendo como marco las hermosas tierras gaditanas con su alegría, sabor, sus playas y su interminable brisa que cuando menos te lo esperas se transforma en un vendaval que sacude, molesta y revuelve las aguas de todos nuestros mares.