En una sociedad donde estamos acostumbrados a que los gastos militares se entiendan como los que surgen de las armas y de los ejércitos, suena razonable pensar que habría que añadir a los mismos, los gastos que surjan de las consecuencias de estos, es decir, de la atención a los heridos y refugiados provocados por el mismo conflicto. ¿No?