El Día de la Memoria recuerda cada 10 de noviembre un hecho que resume el horror vivido en este país: es la única fecha del calendario en la que no se ha perpetrado un atentado terrorista.
Tal circunstancia refleja por sí misma la profunda quiebra moral en una sociedad en la que se asesinó, amenazó y persiguió por pensar diferente.
En la que la barbarie fue instigada y justificada, y la condición de víctima se convirtió en «un estigma que durante años se sufrió en soledad», en medio de la indiferencia mayoritaria de una ciudadanía temerosa de significarse. No olvidar esa realidad es el mejor antídoto para que jamás se repita.
Y no basta con que la izquierda abertzale reconozca con alambicadas palabras el daño causado mientras no admita que la violencia nunca estuvo justificada ni asuma su propia responsabilidad en su sostenimiento.
La memoria de las víctimas exige la construcción de un relato fiel a lo sucedido sin caer en la autocomplacencia de atribuir a la movilización social el final de ETA ni en el imperdonable error histórico de blanquear a los verdugos.
La deseable unidad que ayer se echó en falta no puede forzarse con la rebaja del suelo ético sobre el que ha de levantarse un futuro en paz.
Tal circunstancia refleja por sí misma la profunda quiebra moral en una sociedad en la que se asesinó, amenazó y persiguió por pensar diferente.
En la que la barbarie fue instigada y justificada, y la condición de víctima se convirtió en «un estigma que durante años se sufrió en soledad», en medio de la indiferencia mayoritaria de una ciudadanía temerosa de significarse. No olvidar esa realidad es el mejor antídoto para que jamás se repita.
Y no basta con que la izquierda abertzale reconozca con alambicadas palabras el daño causado mientras no admita que la violencia nunca estuvo justificada ni asuma su propia responsabilidad en su sostenimiento.
La memoria de las víctimas exige la construcción de un relato fiel a lo sucedido sin caer en la autocomplacencia de atribuir a la movilización social el final de ETA ni en el imperdonable error histórico de blanquear a los verdugos.
La deseable unidad que ayer se echó en falta no puede forzarse con la rebaja del suelo ético sobre el que ha de levantarse un futuro en paz.