Con unos parlamentos cada vez más fragmentados, deberíamos pensar en la posibilidad de adoptar el sistema de voto de los premios Oscar:
el voto preferencial.
Los miembros de la Academia ordenan las películas nominadas del uno (la que más les ha gustado) al 10 (la que menos).
Si ninguna candidata logra más del 50% de números uno, se elimina la película con menos votos, pero sus papeletas no se tiran a la basura, sino que sus segundas preferencias se reparten entre las otras contendientes.
Y se repite el ejercicio hasta que una película consigue más de la mitad de los votos.
Se evita así que un filme que haya disgustado a la inmensa mayoría de académicos, pero que cuenta con una minoría cuantiosa de fanáticos, se lleve la estatuilla.
Los paralelismos con la política son obvios y, por eso, el voto preferencial es la reforma electoral de moda en muchas democracias. Se usa crecientemente en elecciones locales y estatales en EE UU, o para elegir a los alcaldes de Nueva York y Londres. La idea de fondo es la misma que con el cine: premiar a los candidatos apreciados por los votantes de partidos rivales.
El primer secretario del PSC, Salvador Illa, durante un pleno,
en el Parlamento de Cataluña, el 11 de julio, en Barcelona, Cataluña.
EUROPA PRESS NEWS (EUROPA PRESS VIA GETTY IMAGES)
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