El odio a los inmigrantes, la xenofobia, el racismo sirven de argamasa a las demás locuras ultraderechistas: el hiperproteccionismo, el identitarismo nacionalista, el secesionismo o la subversión antiinstitucional.
El primer gesto de Keir Starmer en Downing Street vale ya una legislatura: archiva el plan de deportación obligada y masiva de inmigrantes a Ruanda. Es la gran aportación europea del instante en que avanzaba el antieuropeísmo. Procede, paradoja, del único país que abandonó la UE.
Por eso Francia deberá estar a la altura de su gran vecino occidental y, con una fórmula u otra, remar en igual dirección.
Por eso la Italia de la posfascista Giorgia Meloni se ha quedado huérfana.
Y por todo lo anterior y mucho más. a Feijóo no le queda otra que desmarcarse de Vox, aceptar su hordago y apoyar el acuerdo entre todas las Comunidades del Estado para encauzar la acogida de los 6.000 refugiados que en estos momento se encuentran en Canarias. O su partido apoya en España el reparto interterritorial solidario de las cargas de la acogida, como hizo con el pacto migratorio europeo. O Feijóo dejará de ser conservador para convertirse en mayordomo de Le Pen, Abascal, Farage.
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