En un momento de la vida social y política española en el que la polarización y la fragmentación parecen monopolizar la conversación pública y privada, en las familias, en los bares y en las cuadrillas, el éxito de la selección española de fútbol, que esta noche ha disputado en Berlín la final de la Eurocopa contra Inglaterra, se ha convertido en un celebrado punto de encuentro para millones de ciudadanos.
Un grupo de jugadores de orígenes muy diferentes, tan diversos como la España del siglo XXI. Y no en vano, ocho de cada diez españoles creen que la multiculturalidad de la sociedad ha hecho mejor al equipo.
elpais.com/opinion/los-efectos-beneficos-de-la-roja
En definitiva, nada más que fútbol. Y nada menos que unos días de alegría y emociones compartidas por un país entero. Ni tan mal.
Eso sí, sin darle más importancia que la deportiva.
Sin idolatrar a nadie.
Y por favor, delante de los micrófonos, no decir tonterías.
Recuerdo a Muniain en el Ayuntamiento dando vergüenza ajena.
Que no se repita, porfa.