La socialdemocracia europea está pagando el precio político de haber olvidado sus valores fundacionales de ética, comunidad y sobriedad, y por ellos carece de un modelo alternativo al impuesto por los "mercados".
Más grave aún, parte de sus bases electorales potenciales está pagando un alto precio personal de miseria y desencanto. No es sorprendente que no vayan a votar, o que, en medio de la creciente fractura social, muchos lo hagan por la derecha, que por lo menos parece honesta en su oferta de sufrimiento e individualismo.
Tristemente, esto, y otras cosas peores que puedan venir, ya se han visto antes. Pensemos, por ejemplo, en el éxito creciente de la demagogia ultraderechista.