Los
comunicados de ETA, cada vez más, tienden a cumplir la función de
un ‘boletín interno’ que cada cierto
tiempo se publica aprovechando alguna fecha significativa en el
calendario ritual.
Aunque formalmente la comunicación se realiza al
Pueblo Vasco (ETAren agiria Euskal Herriari), en realidad, con
excepciones como el del anuncio del cese definitivo, son
comunicaciones dirigidas a su mundo político para poner de relieve
el criterio de la organización sobre cuestiones estratégicas o
coyunturales. Máxime cuando sobre tales cuestiones puedan existir
discrepancias entre ETA y la izquierda abertzale, así como en el
seno de ésta.
Es cierto que cuando ETA representaba un activo para
la izquierda abertzale los pronunciamientos de aquélla tenían para
ésta un valor añadido. Hoy, afortunadamente, los comunicados
habituales de ETA, aunque se den en precampaña, no representan un
activo especial para la izquierda abertzale, salvo el que anunciara
su desarme y disolución.
Mientras tal declaración no se produzca,
los ‘agiris’ de ETA son recibidos por la mayoría de la sociedad
con indiferencia y hasta con cierto hartazgo. En cambio en la
izquierda abertzale y en sus socios la eventualidad de un comunicado
creo que se vive con un comprensible grado de preocupación e
incertidumbre. De ahí que este mundo prefiera ahora una ETA
silenciosa, sobre todo respecto de las cuestiones que directamente
afectan a la sociedad vasca y su futuro.
Es un trago difícil de
digerir para quienes durante décadas sostuvieron con firmeza lo
contrario; es decir, tener que admitir por necesidad e interés
partidario, no tanto por convicción, que ETA no es un agente
político y que aunque pueda tener opinión ésta resulta irrelevante
para la sociedad vasca, pues esa organización no representa ninguna
voluntad ciudadana, sea cual sea el problema y sea cual sea el
escenario para su resolución.
Es esta evidencia precisamente la que
mejor expresa el fracaso de la estrategia militarista desarrollada
durante décadas y que tenía su sustento en la caracterización de
ETA como agente que representaría al Pueblo Vasco en su soñada
negociación con el Estado. Sin embargo, lo que es una evidencia para
la sociedad no parece que lo sea para ETA ni para la izquierda
abertzale. ETA se ve así misma como agente político que trata de
influir y condicionar las pautas y el comportamiento de la izquierda
abertzale en esta nueva etapa. Los comunicados constituyen en este
sentido una expresión de esta pretensión de controlar y de
condicionar la práctica política y social de la izquierda
abertzale.
Así, en el último comunicado la organización armada
advierte que la izquierda abertzale debe efectuar las adaptaciones
precisas para corregir errores y superar las carencias que se han
identificado en el camino recorrido hasta ahora, y le insta
igualmente a prepararse para responder a los retos presentes y a los
que se avecinan. Nada se dice sobre los errores y las carencias, pero
es obvio que dicho requerimiento pone al descubierto la existencia de
discrepancias respecto de la actuación política institucional.
No
es extraño que surjan diferencias dado el abismo que existe entre lo
que ese mundo representaba en la política vasca y lo que realmente
está haciendo, convertidos en unos gestores más mediocres que
brillantes del statu quo. Responsables institucionales que han
descubierto que la acción política tiene sus límites y sus
limitaciones. Sobre todo quienes predicaban que iban a poner ‘patas
arriba’ el modelo económico y el sistema institucional y ahora en
cambio les toca gestionar la crisis con criterios de austeridad,
recortes y demás miserias.
Es normal que en la izquierda abertzale
surjan discrepancias y sobresaltos en ese tránsito de ser un
movimiento basado en el contrapoder a convertirse en una formación
que trata de poner en marcha sus alternativas desde el poder
institucional, con sus ventajas y sus limitaciones. Lo que no es
legítimo ni admisible es que ETA pretenda condicionar, desde fuera y
desde dentro, lo que es un ámbito exclusivo de la política.
Xabier
Gurrutxaga en EL CORREO hoy