El consejo de Seguridad Nuclear confirmó ayer el comienzo del plan de cierre de la central nuclear de Garoña. A mí, personalmente me ha pillado descolocado, pero, "mirando a las musarañas" me he reafirmado en mi opinión sobre el asunto.
La verdad es que no deja de tener su guasa que haya tenido que venir un gobierno de derechas para que la central nuclear de Garoña cierre para siempre. Desde finales de los 70´s del siglo pasado, Garoña ha sido blanco de infinidad de movilizaciones, marchas y protestas.
La central es antigua, desde luego, pero ha demostrado una indiscutible resistencia, no solo contra los peligros inherentes a su propia actividad sino también contra el acoso del movimiento ecologista (que entonces se llamaba directamente antinuclear).
Superó el paso de una dictadura a una democracia, aguantó gobiernos de uno u otro color y las polémicas consiguientes. Y en los últimos años hasta ha sobrellevado el desprestigio que le acarreó el accidente de su gemela en Fukushima.
Solo un cambio "aparentemente menor" en la política energética impulsado por el Gobierno Rajoy ha hecho posible, tras décadas de manifestaciones, críticas y ruidosos debates políticos, lo que, a mi personalmente, me parecía altamente improbable.
Lo ha conseguido en un pispas un ministro y un partido que, paradojas del destino, se habían manifestado con vehemencia a favor de la continuidad de la central. Tanto era así que el ministro Soria ha confesado en rueda de prensa que la decisión de la empresa de abandonar su actividad le ha pillado completamente por sorpresa.
En fin, que la vida sigue dando sorpresas, y que, sin duda, para mí, esta es una.
Ver : mirando a las musaranas