Sin duda. En mi opinión, a estas alturas, solo el federalismo puede salvar a España.
España tiene muchas de las características del mismo, pero carece de algunos de los rasgos, sobre todo en el terreno de la cultura, de esta forma política. España es una comunidad política y cultural con urdimbre federal pero no tiene vocación federal. Y no la tiene porque los nacionalismos lo impiden y de ahí que la integren diecisiete particularismos nacionalistas.
Será el federalismo y no el nacionalismo quien deba solucionar la construcción territorial del Estado español de una forma estable. La propia UE de la que forma parte ha tomado la vía del federalismo ya que el federalismo forma parte de la cultura europea y se basa en su unidad y diversidad. Aun no siendo más que una federación parcial e incompleta, fortalece sus rasgos federativos desarrollándose, como se demuestra claramente en el Acta Única Europea y en el Tratado de Maastricht. El modelo federalista debe ser la solución de España y de una Europa independiente y políticamente fuerte.
La profecía de Proudhon, ‘Del principio federativo’, señalando que «el siglo XX abrirá la era de los federalismos, o la humanidad reiniciará un purgatorio de mil años» todavía está en fase de consolidación y lo que auguran los primeros años del siglo XXI es que tendrá que superar muchos obstáculos para lograr imponerse al nacionalismo y al poder que ha adquirido en esta época.
Agravios, desafección, hastío, incumplimientos y la falta de un proyecto compartido son las banderas de lo que está ocurriendo en Cataluña.
España debe decidir entre federalismo o disgregación.