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La frase del título es una de las que se adjudican a Cicerón y viene al pelo para recordar la masacre etarra de Hipercor, en una época en la que las actuaciones ilegales contra ETA deslegitimaban la acción policial, Francia colaboraba por debajo de sus posibilidades con España y el nacionalismo democrático creía poco en las soluciones policiales y apostaba por la negociación política.
El atentado de Hipercor alteró esta situación con los pactos de Madrid y Ajuria Enea, suscritos pocos meses después.
El atentado indiscriminado de Hipercor evidenció el totalitarismo de ETA ante la opinión pública vasca, que todavía tardo mucho en terminar de reaccionar, pero el nacionalismo democrático empezó a calificar a la banda de terrorista y participó, por vez primera, en un frente democrático con los no nacionalistas. Empezó el aislamiento de ETA y Batasuna.
El atentado de Hipercor generó la primera gran crisis en la izquierda abertzale. El abogado Txema Montero, recién elegido eurodiputado por HB, condenó el atentado y fue expulsado. Txomin Ziluaga, líder del principal partido de la izquierda abertzale, exigió a ETA que “se tomara unas vacaciones”. No le hicieron caso. Es más, al poco fue expulsado con un centenar de militantes.
ETA tardaría aún 25 años en declarar su cese definitivo. Pero la conmoción del atentado de Hipercor puso los cimientos de su final y marcó su decadencia. Los datos son elocuentes: De 1978 a 1987, el año de Hipercor, ETA asesinó a 497 personas; de 1988 a 1997, 196, un 60% menos.