Durante décadas, los acuerdos a los que han llegado los viejos partidos, incluyendo entre ellos a algunas formaciones nacionalistas, han propiciado que exista una sola manera de entender lo común, reproduciendo el discurso centralista legado por el franquismo como una clara manifestación de su voluntad hegemónica, cuya mayor fortaleza ha residido en su capacidad para enviar a los márgenes del sistema a quienes han cuestionado su principal fundamento: la desigualdad social. Afortunadamente, parece que eso por fin está cambiando.
Nuestra sociedad no tiene más enemigos que aquellos que se han empeñado en describirla como una "foto fija", como si no hubiera pasado casi un siglo desde que Ortega y Gasset emitiera su juicio invertebrado. Los distintos países y regiones que dan forma a España, y también las personas que los habitan, han contribuido a enriquecer nuestro carácter diverso, nuestra mixtura, nuestro rostro plurinacional. Solo nos falta trasladar ese paisaje a las instituciones públicas como parte de un ejercicio constituyente.
Cuanto antes nos reconozcamos frente a ese espejo sociológico, antes podremos dar soluciones a nuestra realidad desigual. Se trata de ejercer la democracia, acordar lo común integrando a las partes, a todas las partes. Nos toca poner la patria al servicio de la gente, porque sin gente no hay patria que valga. (www.eldiario.es/tribunaabierta)