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En el mapamundi del país, que diríamos los de Bilbao, siguen los dos bloques tradicionales: el de las urgencias sociales (izquierda) y el de las urgencias económicas (derecha).
La cuestión catalana se cuela en ambos, pero como factor de discordia. El PSOE y Podemos, por ejemplo, coinciden en el diagnóstico social, pero les separa un abismo al posicionarse ante el procés.
Con esa excepción, el retrato de fuerzas sugiere la imagen de un nuevo bipartidismo sin estructurar y en busca de líder. Quizá sea el punto de partida para que se empiece a pensar en otra moción de censura, con Pedro Sánchez de candidato. Iglesias tiene mucho que esperar, sobre todo después de los apoyos recibidos. En España ser votado por Bildu y ERC hace buena la definición de Rivera: “Demoliciones Iglesias”.
Y esto, a su vez, tiene una consecuencia: Rajoy sale reforzado por comparación con el aspirante, pero con una contradicción: la idea de un Rajoy estable, que decide el calendario electoral y con un mandato garantizado por el éxito de los pactos presupuestarios, se deteriora levemente.
Y una posdata: sí hay mucho que censurar en la política actual. Las cifras y previsiones económicas son magníficas, las mejores de Europa; pero las siguen empañando la desigualdad y la corrupción. Y Cataluña tampoco encontró en esta oportunidad la clave que haga soñar con una próxima solución.