La iniciativa impulsada por Yolanda Díaz, continúa siendo una incógnita aún después de haber echado a andar. Y la propia Vicepresidenta segunda contribuye a la confusión, porque al tiempo que afirma que no se trata de un proyecto electoral, advierte que no llegará a tiempo de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023.
Suenea inicialmente desilusionante, pero, a la vez, resulta razonable puesto que concurrir a esas elecciones sería repetir errores pasados como ya hiciera Podemos en sus momentos iniciales.
Sumar, hoy por hoy, no es sencillo. Y cuando la ciudadanía progresista, en general, oye hablar de "proceso de escucha activa" quiere la versión compacta, la reducida: "¿podré o no podré votar a Sumar?". No tiene nada claro si esta iniciativa se cristalizará en una lista electoral o será una suerte de plataforma, pero lo que si exige es ver manifestaciones, opiniones, gestos y actitudes que muestren unidad y acuerdo y no cuchillos o acusaciones desalentadoras típicas de la fragmentación que sufre la izquierda.
Sumar va a precisar de una estructura a nivel de Estado que sea sólida y bien definida, pero construirla al ritmo de citas electorales sería, de nuevo, un grave error.
Díaz es consciente de que sumar no es multiplicar, que no hay por qué coger atajos, y de que no es bueno que las prisas se apoderen de la iniciativa. Lidiar con las próximas elecciones va a exigir una mezcla de habilidades propias de malabarista y prestidigitadora ... o quizás, de buena meiga, y una que ya tiene en su haber éxitos que pocos vaticinaban, como la subida del Salario Mínimo Interprofesional o la reforma laboral puede ser la candidata ideal para apuntalar tras las elecciones un nuevo gobierno progresista.
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