La anécdota se ha contado tantas veces como versiones hay de la misma. El excéntrico Churchill ante un diputado conservador que le comentaba su agitación por estar sentado a su lado en el Parlamento y frente a los enemigos laboristas: “Los que tiene frente a usted son nuestros adversarios. Los enemigos se sientan en nuestro mismo banco”, le espetó. Luego, Adenauer, uno de los padres de Europa, diría aquello de que están “los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido” y Andreotti, que en la vida “hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”.
Algunos parece que se enteran ahora de que el poder no conoce amigos, si acaso sólo aliados y que estos cambian en función de las coyunturas, aunque en la política todo se viva con una gran intensidad y en las redes sociales todo sea vehemencia e impostura. Cuando el objetivo es llegar al poder o mantenerlo, no hay amistades que valgan, sólo piezas utilizables y descartables. Siempre fue así. En el PSOE, en el PP, en el PNV, en Unidas Podemos, en Ciudadanos y en toda organización política. Sorprendernos ahora de los códigos que utilizan los gobernantes y quienes aspiran a gobernar es un ejercicio de cinismo y una visión tan naif de la realidad política que nos lleva a olvidarnos de la historia reciente y remota.
Hay que ser muy cínicos para creer que Cuando a Pablo Casado lo tiraron sus barones y sus “amigos” por la ventana de la calle Génova fue un inexorable ejercicio de erudición y sensatez política mientras que cuando Sánchez prescinde de lo que le resta es sólo un líder cesarista y sin escrúpulos con un sentido utilitarista de los afectos, como si estos alguna vez en el PSOE, y en todos los partidos, hubieran sido inquebrantables. Sobran ejemplos y falta memoria y seriedad en las críticas.
eldiario.es/esther-palomera/politica-no-conoce-amigos
Hay que ser muy cínicos para creer que Cuando a Pablo Casado lo tiraron sus barones y sus “amigos” por la ventana de la calle Génova fue un inexorable ejercicio de erudición y sensatez política mientras que cuando Sánchez prescinde de lo que le resta es sólo un líder cesarista y sin escrúpulos con un sentido utilitarista de los afectos, como si estos alguna vez en el PSOE, y en todos los partidos, hubieran sido inquebrantables. Sobran ejemplos y falta memoria y seriedad en las críticas.
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