Ya se que el futbol debería de ser solo fútbol y que la política y la religión deberían de estar al margen. Pero como no es así, en la primera semifinal se veía un partido de futbol entre "una monarquía dirigida por un tirano que se cree además pastor religioso de sus súbditos, donde la mujer vive en una dictadura machista religiosa" contra "una democracia europea, republicana y laica". La elección era obvia.
Por otra parte, parece ser que la ministra de Trabajo de Argentina dijo uno de estos días que prefería ganar el Mundial primero y luego que bajara la inflación. Quizá fue una exageración, pero hoy se ve con claridad el efecto que la victoria en un acontecimiento colectivo como este tiene en el estado de ánimo de un país y, seguramente, también en su economía. Sobre todo si ese país es Argentina.
Probablemente ese histerismo colectivo que se desprende desde Argentina es uno de los motivos por los que prefiero ver llorar a Messi un ratito, que los histéricos del fútbol aterricen en la realidad, se alejen de esos falsos dioses que crean, y que el mismísimo representante de Dios en la tierra compruebe que sus oraciones sirven para lo que sirven y que al final del partido el triunfo se quede en Europa.
