Perú es un país con una institucionalidad bien débil. En la actualidad, y como pasa en Chile y en Argentina y va a pasar en Brasil, las constituciones heredadas de las dictaduras y sus transiciones, en este caso la de Alberto Fujimori de 1993, dificultan gobernar democráticamente.
No basta que Pedro Castillo sacara 8,8 millones de votos ni que el país viniera de una enorme desestabilización. El Estado heredado tiene unas inercias y unas claves de funcionamiento internas. que impiden que el coche institucional pueda girar a la izquierda. Se gana el Gobierno, pero no se gana el poder.
Los Estados Unidos nunca han permitido de buena voluntad que se consoliden fuerzas democráticas en el continente. De hecho, han reconocido corriendo a Dina Boluarte, la Presidenta sustituta del depuesto presidente Castillo, con quien espera encontrar la connivencia tradicional que no tenían con Castillo. El Presidente Pedro Sánchez vuelve a equivocarse con América Latina y vuelve a hacer seguidismo de los Estados Unidos, como ya hizo reconociendo a Guaidó, un pobre diablo autoproclamado en una plaza.
Estados Unidos siempre ha pensado lo que solo una vez un Presidente norteamericano expresó en voz alta. : los pueblos a veces votan mal. El Presidente fue Nixon justificando el golpe contra Salvador Allende en Chile.
La paradoja de la izquierda en todo el mundo es que tiene que hacer valer una democracia, la liberal, pese a que le impide desarrollar sus políticas a favor de las mayorías y en contra de las desigualdades, mientras que la derecha, que es la gran beneficiaria de los candados de esas democracias, usa todas las herramientas para invalidar las democracias liberales, a jueces, medios de comunicación, policías corruptos y, llegado el caso, a militares.