Se le presentaba al monarca una oportunidad de excepción para tratar de reivindicar la utilidad de su cargo y, en su lugar, volvió a dar motivos para abrirle la puerta de salida de par en par.
Bla, bla, bla... nada aportó Felipe VI en mitad de la peor crisis institucional de nuestra democracia.
Escuchar reflexiones de Felipe VI que podrían atribuírsele a cualquier estudiante de Secundaria es desolador.
Nos presentó una batería de topicazos que, como no puede ser de otro modo, ha provocado que sus fieles defensores amplifiquen el bla, bla, bla... El mismo discurso e idénticas valoraciones podrían sacarse cada año del cajón, desempolvarlas y cumplir expediente.
Felipe VI no está a la altura, sencillamente, porque es prescindible. Ninguna persona demócrata debería ya esperar nada de él, ni siquiera que tenga la honestidad de poner su cargo a disposición del pueblo para que éste le dé una legitimidad real que la Corona nunca ha tenido en nuestra democracia. El bla, bla, bla... que nos regala cada año (mejor vocalizado que su padre, eso sí) es insultante, por lo que dice y, sobre todo, por lo que no dice. Y ante eso, la opción más honesta, más decente, es el silencio total.
Felipe VI volvió a inundar de topicazos su mensaje navideño.
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