A una semana de las votaciones, podemos afirmar algo que ningún partido se ha atrevido a decir ni a reconocer, pero que nadie con un poco de sentido de País puede negar :el gran vacío que padece Euskadi, la carencia de un proyecto unitario, la multiplicación de poderes notorios o minúsculos, y la inanidad de una política ensoberbecida en una sociedad que vive mayoritariamente en el confort.(Kepa Aulestia).
Nuestra identidad ha vuelto a destacarse en negativo. De nuevo hemos demostrado ser distintos a los demás, pero ello no quiere decir que sepamos lo que somos. No lo sabemos colectivamente, puesto que es imposible sintetizar mediante una conclusión unívoca qué es lo que refleja la voluntad política depositada en las urnas.
Nuestra identidad ha vuelto a destacarse en negativo. De nuevo hemos demostrado ser distintos a los demás, pero ello no quiere decir que sepamos lo que somos. No lo sabemos colectivamente, puesto que es imposible sintetizar mediante una conclusión unívoca qué es lo que refleja la voluntad política depositada en las urnas.
Euskadi se muestra políticamente tan plural y heterogénea que casi deja de serlo. Lo más significativo es que todas y cada una de las formaciones están pensando únicamente en sí mismas.
Bildu no solo tiene el derecho, tiene también la obligación de asumir el gobierno de las instituciones para las que ha sido la opción más votada. A no ser que, frente a su legítima aspiración, se oponga una mayoría institucional capaz de mostrarse consecuente: un eje entre jeltzales y socialistas que comprometa a López en una disolución anticipada del Parlamento vasco, con una entente que integre al retraído PP vasco.