La campaña de las elecciones andaluzas ha estado marcada por el determinismo. La previsibilidad del resultado, alimentada por la contundencia demoscópica de las encuestas, así como el hurtado debate entre los candidatos (única posibilidad de incógnita), han dejado la campaña en casi un trámite, sin tensión ni expectativas.
La dureza de las imágenes y datos de la gravísima gestión política del ERE parece que es superior a los supuestos costes electorales de los cien primeros días de Rajoy como presidente.
La convocatoria de huelga general tampoco ha generado –parece- un efecto movilizador en el electorado progresista del 25M. Agotados y exhaustos, preocupados por el futuro, los andaluces esperan el resultado de las urnas.
Sería aleccionador que los andaluces y andaluzas sorprendieran, con autonomía y libertad, a todas las voces que analizan con determinismo y seguridad lo que va a suceder sin que haya sucedido, todavía. El resultado electoral y la presencia de otros partidos en el arco parlamentario deberían ser incógnitas, no certezas. Depende de su voto.