"La democracia como forma política ha descansado en el concepto de dignidad del ser humano. La dignidad es lo que diferencia al ser humano de todos los demás individuos del reino animal. Y dicha dignidad se traduce en que cada ser humano es portador de una voluntad propia y nadie puede ser degradado a la condición de instrumento de una voluntad ajena. Supone la negación de cualquier tipo de servidumbre. La dignidad exige un mínimo de autonomía personal.
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La democracia se está convirtiendo en un envoltorio carente de contenido, que recurre cada vez con más frecuencia, si no a la mentira, a la ocultación de la verdad. Así no se puede seguir."
Así termina el excelente artículo de Javier Perez Roto en EL PAIS.
Recomendable su lectura dominguera.
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