en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

domingo, 10 de junio de 2012

Independen"chi"a


Hoy comienza la Eurocopa para España y los sentimientos nacionales se exacerban con el ondear de las banderas al viento. Los que han quedado fuera del campeonato y las naciones sin estado miran con envidia a los combinados que se disputarán la copa.

Y toda esta pasión se sublima en un contexto económico y social que refleja lo que a muchos nos parece evidente: el fin de la utilidad de la figura del estado-nación, un dinosaurio que quiere morir matando.

Los problemas a los que la humanidad se enfrenta en este siglo XXI supera con mucho el ámbito de los estados surgidos del Congreso de Viena en 1815. El cambio climático o la crisis financiera no reconocen frontera alguna, como tampoco lo hace el capitalismo del crecimiento salvaje que lucha por los recursos naturales y energéticos que permitan la supervivencia de un modelo condenado por sus propias contradicciones internas.

Aún hay quien se empecina en ver una solución mágica en la creación de nuevos estados que serán la panacea a los problemas de la ciudadanía. A todos los problemas. Este bálsamo universal destilado a partir de hechos diferenciales, derechos históricos y una larga serie de agravios acumulados en el transcurrir del tiempo obvian la situación actual de los viejos estados-nación europeos. ¿Siguen siendo independientes países como Grecia, Portugal, Irlanda o España? La verdad es que no. Y ya no cuela culpar a Madrid o a Merkel. 

Si no somos capaces de guardar las banderas para los eventos deportivos y ponernos las pilas para afrontar los problemas globales desde la unidad y el compromiso de construir verdaderos espacios democráticos, el futuro de las próximas generaciones estará realmente en entredicho.

Ahora que España se ha convertido en el hazmerreír de Europa y vivimos una intervención de facto gracias a la avaricia y la incompetencia de los grandes partidos políticos, no vale encomendarse al alcalde de Móstoles, a los héroes del 2 de Mayo o a unos gudaris con txapela.

La fórmula para que podamos ofrecer un futuro a nuestros descendientes pasa por empoderarnos como ciudadanos y abordar todos nuestros problemas desde la sensatez. Si erramos los diagnósticos, por interés o por ignorancia, puede que ganemos la Eurocopa, pero habremos fracasado como sociedad.