Siempre he sostenido que el lehendakari vasco es más listo que su homólogo catalán. Ha demostrado alguna capacidad para aprender de los errores y de lo que pasa fuera. Tuvo que desarrollar Ibarretxe su plan para que Patxi López le madrugara la Lehendakaritza. Fijándose en lo catalán ha visto cómo CiU ha roto su coalición triunfadora tantos años, cómo Convergència va camino de desintegrarse, cediendo sus derechos de primogenitura a ERC y sus últimos vestigios de autoestima a la CUP. No es extraño que Hasier Arraiz se haya encandilado con el modelo catalán. Él sueña con ser en este proceso una síntesis de Oriol Junqueras y Antonio Baños, aunque sugiere un parecido más estrecho con el pequeño Sandalias (Calígula en latín).
Dicho lo cual, mi buena opinión del lehendakari Urkullu se resiente ante su confesión de la semana pasada en el Parlamento vasco: “Ofrecí a Mas trabajar conjuntamente por un nuevo modelo de Estado”, pero que no pudo ser porque cada cual tiene su camino. ¿De verdad se le ocurrió proponerle algo a Mas? I visto lo visto ... Si una propuesta de Urkullu no consiguió interesarles, ¿por qué habría de hacerlo un modelo federal, como el que propone Sanchez, basado en ciudadanos libres e iguales y en el principio de lealtad?