en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

martes, 7 de enero de 2020

Habemus presidente. Ánimo y suerte.

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La elección de presidente de Gobierno se ha convertido en un trámite tan extraordinario parecido al Habemus Papam que tanta ilusión hace al gentío tras la fumata blanca del cónclave. 

Pero esperemos que desde las filas de la derecha no se tomaran lo de la señal de humo como una licencia para prender fuego al Congreso cuando se den cuenta que el elegido es, según ellos, un consumado felón que quiere trocear España y vender las piezas en pública subasta.


Y si tener presidente, como se ha dicho, ha resultado dificilísimo, lo de gobernar amenaza con ser una acrobacia irrealizable entre redobles de tambor. Y aunque no es lo deseable, probablemente la coalición de izquierdas se vea forzada a dilatar en el tiempo sus promesas o a recurrir al abuso del decreto ley para intentar ejercer como Gobierno.

Es difícil ser optimista. El ímpetu que la izquierda tendrá que aplicar para satisfacer las esperanzas que ha despertado en amplios sectores de la ciudadanía encontrará respuesta en una política de tierra quemada que, de manera muy militar, aplicarán sus adversarios para evitar que cualquier reforma, ya sea laboral, educativa o de pensiones, pueda ser usada en su beneficio y le resulte electoralmente rentable. 

Más que inteligencia política, que será necesaria a raudales, se requeriría del concurso de esos milagros tan infrecuentes en el exterior de las catedrales, y es sabido que Dios no escucha a los rojos.

El realismo se traduce en aritmética parlamentaria, que es donde está el límite entre lo posible, como es hacer camino al andar para desinflamar, por ejemplo, la tensión territorial, y lo que no puede ser de ninguna manera.

Habemus presidente, a ver ahora qué pasa. Ánimo y suerte.