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domingo, 26 de enero de 2020

Los otros Gondra (relato vasco), en el Arriaga

Noguero y Benedicto, en el montaje / Foto: Sergio Parra
EL PAÏS
La historia -de ahí ese «otros» del título- arranca en 1985, en un frontón de Algorta, donde Juan Manuel, hermano del dramaturgo, mantiene una conversación en el día de su boda con su prima Ainhoa. Ella representa a la rama no invitada de la familia, esos «otros» Gondra. Son otros también porque representan a la otra sociedad: la que se ha alineado con la idea de que allí sobran los enemigos de Euskadi. Ainhoa es la sociedad que cree en la «lucha» y en que cualquiera que no colabore es un «traidor». La historia de Juan Manuel, que el autor va desgranando, es la de tantos empresarios aplastados en vida por el infame impuesto revolucionario. ETA asesinó. Pero también mató en vida a una parte importante de la sociedad.

Gondra, el autor, no busca, sin embargo, la culpa. Está en su derecho y la narrativa de este montaje ya deja bastante claro quiénes pegaban tiros y quiénes tuvieron que exiliarse, y lo hace sin andarse por las ramas. Su mirada es inteligente: Los otros Gondra (relato vasco) habla de familias marcadas a través de las décadas por lo sucedido. Al final, claro, la obra está hablando del olvido frente al perdón. De pasar página después de haberla entendido a hacerlo sin haberla ni siquiera leído. La metáfora me gustaría que fuera mía, pero la dice el propio Gondra de forma hermosa en un texto plagado de hallazgos y diálogos certeros, además de un humor oscuro y una profunda capacidad para reírse de uno mismo. Hacen falta más montajes como estos Otros Gondra para hablar de lo que ha sucedido en el País Vasco en los últimos cuarenta años.