Las declaraciones, ruedas de prensa y tuits del presidente de Estados Unidos estos últimos días evidencian que Donald Trump está dispuesto a enfrentarse al mundo entero para defender sus particulares puntos de vista y su política sobre la violencia racial en el país, sobre las causas y consecuencias del coronavirus y sobre el papel de la prensa en un país libre, entre otros asuntos.
Trump responde al prototipo de político populista y demagogo que nunca se ruboriza por muy escandalosas que sean sus mentiras, partidario del divide y vencerás, dispuesto a llevar su posición al extremo sin importar las consecuencias y que toma medidas que solo contribuyen a agravar la fractura política y social del país. No confía en nadie más que en si mismo y por eso su nivel de aislamiento es cada vez mayor, tanto a escala nacional como internacional.
Fortalecido políticamente tras superar el impeachment y controlando totalmente su partido, Trump elude sus responsabilidades por el coronavirus y su deber de unir el país y se atrinchera en la Casa Blanca reivindicándose como el presidente de la ley y el orden.
En cinco meses, unos Estados Unidos polarizados y fracturados socialmente deberán decidir si este es el liderazgo que quieren seguir teniendo cuatro años más.