en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

jueves, 27 de octubre de 2022

¿Hasta dónde hay que soportar o, mejor,
hay que soportar algo cuando uno paga
un billete para viajar en paz?

(Texto recogido de un artículo
de Elisa Beni en eldiario.es
)
 Perdonen mi estupefacción por los muchos titulares leídos que resaltan que se vaya a abrir una investigación interna a un interventor de tren por hacer uso de la facultad que le concede el Reglamento de Ferrocarril en su artículo 90 y que no es otra que la de “excluir de sus vehículos a los viajeros que, con su conducta, alteren el orden dentro de ellos o pongan en peligro la seguridad del transporte”. El interventor en cuestión hizo apearse en Palencia a 20 niños de unos 9 años y a los monitores que les acompañaban por haber hecho caso omiso de las reconvenciones realizadas tras las quejas reiteradas del resto de viajeros con su comportamiento. Ningún titular de prensa se pregunta, sin embargo, hasta qué punto tuvieron que ser insufribles los niños e inoperantes sus profesores para que se tomara tal decisión. No sé si nos están diciendo que el encargado del orden en el tren y los pasajeros eran unos exagerados, pero ¿lo fueron?, ¿hasta dónde hay que soportar o, mejor, hay que soportar algo cuando uno paga un billete para viajar en paz?

Mayoritariamente se cuestiona cómo se pudo aplicar al grupo la norma y no por qué el grupo la incumplió. Me resulta sumamente extraño que un interventor de Renfe tomara esa decisión sin motivo y mucho más fácil de creer que los monitores fueran demasiado laxos con el comportamiento de los menores.
¿Y qué si eran niños?

No me parece que haya mejor manera de mostrarles que un comportamiento incívico y asocial tiene consecuencias.

El civismo es un concepto íntimamente ligado al ideal republicano que, quiero recordar, no consiste únicamente en ponerse un lazo amarillo en el perfil de la red social. Civismo, en palabras de Montesquieu, es el amor a las leyes y requiere una preferencia del interés general al propio. No es posible la democracia sin ciudadanos que practiquen esta virtud que precisa de una devoción hacia la colectividad, hacia el bien común, que no parece que se incluya en los planes docentes ni que sea prioritaria para algunos padres.