Andoni Ortuzar se dirigió a los suyos como si se tratara de un público de 'Barrio Sésamo'. El PNV, los auténticos. Bildu, los tuneados. 'Ellos', los de la mani de Armani, 'nosotros', con el kaiku puesto y la alpargata.
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Ortuzar perdió una oportunidad para recordar, cuando hablaba de la falsedad de Bildu al presentarse transformados como si nunca hubieran roto un plato, que el mundo de donde procede Otegi, más que platos, rompió vidas, persiguió a miles de ciudadanos y destrozó familias enteras. Pero no lo hizo. Si hubiera recordado no sólo cómo visten y se peinan los de Bildu sino quiénes son, de dónde vienen y a dónde pretenden ir, la crítica le habría quedado redonda. Porque se trataba de eso ¿no? De vindicar la memoria.
Ni siquiera profundizaron en el derecho de autodeterminación que reclaman a días pares en el Parlamento mientras en los impares lo guardan en el cajón para presumir de liderazgos en organismos transfronterizos. Que fue lo que hizo el lehendakari Urkullu.