Acto organizado por el Movimiento Católico Español en Madrid
en memoria de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera.
Alejandro Martínez Vélez (EP)
Es imposible saber si a Franco le hubiera gustado que cincuenta años después de su nada glorioso fallecimiento los españoles le recordasen como lo hacen hoy: divididos.
Probablemente no le hubiese quitado el sueño.
Durante su “glorioso reinado” ya hizo todo lo posible para que tal recuerdo le agradase.
No en vano mantuvo a su país, la no menos gloriosa España, profundamente escindida.
A pesar de las toneladas de alabanzas, eclesiásticas incluidas y no en último término, siempre se imaginó, o hizo como si tal lo sintiera, que había sido enviado por la divina Providencia
para salvar a la PATRIA.
Los demócratas tenemos la obligación de sacar a la luz sus "pecados", esos que la siempre agradecida Iglesia Católica Apostólica y Romana se empeñó y, en parte, se empeña en ignorar. No hay que olvidar que lo paseaban "bajo palio", muchos de esllo lo consideraban “santo” y que la Institución como tal jamás lo ha condenado.
A los cincuenta años del fallecimiento de la cabeza de un régimen corrupto hasta la médula, que el Gobierno promueva una serie de actos para acercar a las nuevas generaciones la reconstrucción de amplios aspectos de su tiranía es altamente loable.