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viernes, 3 de enero de 2025

Mujeres, religión y libertad.
Sin duda, uno de los tres sustantivos es incompatible.

Estamos acostumbrados a oír a los líderes políticos internacionales decirnos que en todas las guerras en las que nos meten el motivo fundamental es proteger la democracia y la libertad. Es simplemente mentira. Y a veces resulta significativamente repugnante.

En Afganistán se estan cometiendo las mayores atrocidades contra los derechos humanos. Y todo, además en nombre de la religión local. Una religión que, como la mayoría de ellas, aunque actualmente unas más que otras, atacan salvajemente los derechos humanos de las mujeres.

Y en este país musulman, del que han huido los grandes imperios dejando a su ciudadanía en manos de hombres salvajes que desprecian y humillan a las mujeres, los edificios de nueva construcción  deberán diseñarse de tal manera que no tengan ventanas abiertas a otras fachadas en las que haya habitaciones ocupadas por mujeres. Se trata así de que ningún hombre pueda ver desde su casa a la vecina de enfrente, en una interpretación rigurosa de los preceptos para salvaguardar la privacidad femenina y «evitar tentaciones».

El régimen islámico pone así un techo muy alto a su progresivo endurecimiento de las restricciones en relación al sexo femenino; imposiciones desaparecidas hace años pero recuperadas a partir de que el ejército de Estados Unidos abandonase el país en el verano de 2021 y, de esta manera, permitiesen que los talibanes regresaran a los centros del poder.