El martes de esta misma semana, la obispa Mariann Budde, pidió misericordia y clemencia para migrantes y personas LGBT en su sermón ante el mismísimo Trump, quien sentado en primera fila, al lado de su esposa Melania, la del sombrero estilo Clint Eastwood en la cita del día anterior, asistía a una de esas misas que confirman permanentemente la unión entre iglesias y poder político y económico.
No voy a quitar valor de las palabras de la obispa. Sin duda hay que admitirle cierto valor para hacerlo. Es cierto que sus palabras "tocaron las narices" de muchos republicanos, algunos de los cuales, manifestaron su disgusto o incluso, como el representante republicano Mike Collins, que manifestó que Budde debería ser "añadida a la lista de deportaciones", pese a que la obispa es estadounidense.
En cualquier caso, todo quedó en una pequeña obra de teatro donde cada uno "interpretó" su papel. Si la obispa defendiese realmente las palabras que manifestó en aquel acto, hubiese sido bastante más eficaz que lo hiciese durante la campaña electoral, pero eso sí que hubiese movido su sillón de obispa.
En cualquier caso, todo quedó en una pequeña obra de teatro donde cada uno "interpretó" su papel. Si la obispa defendiese realmente las palabras que manifestó en aquel acto, hubiese sido bastante más eficaz que lo hiciese durante la campaña electoral, pero eso sí que hubiese movido su sillón de obispa.