La intolerancia suele tener sus raíces en la ignorancia y el temor: temor a lo desconocido, al "otro", a otras ideas, culturas, religiones y/o naciones.
La intolerancia está también estrechamente ligada a un sentimiento exacerbado de autoestima y orgullo, nociones enseñadas y aprendidas, muchas veces, a edad temprana.
En un día en el que, en principio, recordamos las ventajas de ser comprensivos y tolerantes, lo bueno que resulta el intentar ver el lado positivo y encontrar la parte de razón que siempre se encuentra en el otro, no estaría de más cierta reflexión.
Algunas personas con "dotes de mando" en entidades y colectivos, deberían de reconducir sus arrebatos de intolerancia y las predisposiciones a optar en general por las soluciones que, en principio, aparentan ser las mas resolutivas y las mas sencillas, por salidas, a los siempre previsibles conflictos, más consensuadas, acordadas e integradoras y menos excluyentes.