La razón para esta mejora de productividad es simple y conocida: pequeñas pausas en el trabajo ayudan a mejorar la concentración. Los pequeños descansos mentales resultantes de cuestiones como refrescar la página en tu red social, actualizar Twitter, charlar un rato en mensajería instantánea, leer el periódico, ver un vídeo o hacer una compra permiten al cerebro descansar brevemente de su tarea habitual y volver a ella con concentración renovada.
Por supuesto, todo tiene sus límites: una cosa es el uso, y otra el abuso. Y en este caso, es importante advertir un tema interesante: el uso de redes sociales, en la mayoría de los casos, no es exclusivo. Un trabajador abre una ventana en su red social, la deja abierta en segundo plano, y simplemente acude a ella cada cierto tiempo y la refresca para ver si hay algo nuevo, a modo de “ventana al mundo”.
Esas pausas, simplemente, le permiten mantenerse enterado de lo que pasa a su alrededor, más conectado con su mundo y sus amigos. Un sistema nervioso digital del que no resulta nada agradable que no tiene porqué impedirte trabajar, y del que te fastidia que te obliguen a salir.
Por supuesto, todo tiene sus límites: una cosa es el uso, y otra el abuso. Y en este caso, es importante advertir un tema interesante: el uso de redes sociales, en la mayoría de los casos, no es exclusivo. Un trabajador abre una ventana en su red social, la deja abierta en segundo plano, y simplemente acude a ella cada cierto tiempo y la refresca para ver si hay algo nuevo, a modo de “ventana al mundo”.
Esas pausas, simplemente, le permiten mantenerse enterado de lo que pasa a su alrededor, más conectado con su mundo y sus amigos. Un sistema nervioso digital del que no resulta nada agradable que no tiene porqué impedirte trabajar, y del que te fastidia que te obliguen a salir.
Nadie le dice que no controle el abuso, pero no restrinja el uso. Es simplemente una estupidez.