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lunes, 9 de noviembre de 2009

El polo soberanista y el bálsamo de Fierabrás

La, para algunos, deseable unidad entre patriotas vascos es un mito recurrente, que se invoca con frecuencia, pero que aflora con especial intensidad en ciertas ocasiones. La última, "El acuerdo de Lizarra", fue el único caso en el que se alcanzó la tan, para algunos, ansiada unidad patriótica. Claro que aquella experiencia duró poco más que lo que la organización terrorista tardó en volver a las andadas; esto es, menos de dos años. Vuelven a sonar tambores llamando a la unidad soberanista. Lo hacen, creo yo, empujados por tres elementos:


El primero es la constitución de un gobierno sustentado en los dos partidos vascos de ámbito español. Se supone que esa acumulación de fuerzas serviría para facilitar la recuperación del poder por parte de fuerzas nacionalistas y además, para iniciar una dinámica que acabara conduciendo al reconocimiento, en términos jurídicos, del denominado derecho a decidir.


El segundo elemento que ha ayudado a reactivar el discurso a favor de una alianza patriótica es la suposición de que la configuración de una suerte de frente nacional vasco podría coadyuvar al abandono de la violencia por parte de ETA. Se postula que la unidad nacional actuaría a modo de bálsamo de Fierabrás: una sola pero continuada aplicación serviría para curar el terrorismo, para aupar al poder al conglomerado patriótico y para alcanzar el reconocimiento definitivo del derecho a decidir en alguna de sus versiones.


Y el tercer elemento, por paradójico que resulte, radica en el interés que tienen los partidos que sustentan al Ejecutivo vasco de alentar la constitución de un frente nacionalista. Ese frente, real o virtual, ayuda a justificar y consolidar el propio y, una vez más, permite asociar de manera interesada nacionalismo vasco y violencia.


Yo, sin embargo, considero que la unidad nacionalista no es deseable. No lo es, ante todo, porque esa mayoría social nacionalista que se invoca con tanta frecuencia no existe como conjunto socio-político suficientemente homogéneo en sus aspiraciones e intereses. Dicho de otra forma, esa supuesta mayoría social alberga en su seno ideologías, sensibilidades y deseos muy diversos. Estoy persuadido de que muchos votantes nacionalistas están más cerca de votantes no nacionalistas (vascos) que de los integrantes de esa presunta mayoría sociopolítica vasca.


En realidad, podría dudarse hasta de que en ese conglomerado se comparta un mismo sentimiento identitario nacional. Hay indicios (no me atrevo a hablar de pruebas) electorales de que eso es así: véase si no, cómo varía el sentido del voto de la ciudadanía dependiendo del tipo de convocatoria electoral de que se trate. En otras palabras, ese conglomerado perdería la centralidad política y, como consecuencia, sería castigado en las elecciones.


Y finalmente, la unidad nacionalista no es posible. No lo es porque a casi nadie interesa. A la llamada izquierda abertzale histórica o mayoritaria no le interesa aliarse con el PNVY tampoco creo que al PNV le interese un amplio acuerdo patriótico, porque correría un serio riesgo de verse arrojado a los márgenes de la política.


En mi humilde opinión, quienes así piensan están profundamente equivocados. Es posible avanzar en el autogobierno. También es posible lograr alguna formulación jurídica de cosoberanía. Pero el camino para ello pasa por la consecución de amplios acuerdos, de acuerdos sustentados en una mayoría social articulada alrededor del centro político. Es el mismo camino que mejor ha servido a las grandes causas del pueblo vasco a lo largo de su historia política.


El camino de la unidad nacionalista, por el contrario, es quimérico y estéril, tanto como el quijotesco bálsamo de Fierabrás, por muy patriótico que pueda parecer.


Recogido parcialmente de "El patriótico bálsamo de Fierabrás" publicado en el DEIA de ayer.