Se llamaba Marcelino Camacho Abad, tenía 92 años y era un buen tipo, un sujeto decente, un hombre honrado.
La gente de mi generación creció sentimental y políticamente entre las entradas y salidas de Marcelino, el obrero de la Perkins, de la cárcel de Carabanchel y los jerseis de punto gordo y cuello alto que le tejía Josefina para que no pasara frío en el talego. Perteneció a una generación de comunistas que valoraba la libertad, quizá porque se la jugaba y la perdía casi a diario.
Condenado a veinte años en el Proceso 1001, que comenzó el mismo 20 de diciembre de 1973, en el que ETA asesinó a Carrero Blanco, salió a la calle en uno de los primeros ensayos de aministía política del presidente Suárez. Fue elegido diputado en el Congreso en las listas del PCE el 15 de junio de 1977 y el 14 de octubre del mismo año fue el portavoz del Grupo Comunista y la estrella del debate sobre la Ley de Amnistía, que se votó y aprobó al día siguiente con la abstención de Alianza Popular.
La gente de mi generación creció sentimental y políticamente entre las entradas y salidas de Marcelino, el obrero de la Perkins, de la cárcel de Carabanchel y los jerseis de punto gordo y cuello alto que le tejía Josefina para que no pasara frío en el talego. Perteneció a una generación de comunistas que valoraba la libertad, quizá porque se la jugaba y la perdía casi a diario.
Condenado a veinte años en el Proceso 1001, que comenzó el mismo 20 de diciembre de 1973, en el que ETA asesinó a Carrero Blanco, salió a la calle en uno de los primeros ensayos de aministía política del presidente Suárez. Fue elegido diputado en el Congreso en las listas del PCE el 15 de junio de 1977 y el 14 de octubre del mismo año fue el portavoz del Grupo Comunista y la estrella del debate sobre la Ley de Amnistía, que se votó y aprobó al día siguiente con la abstención de Alianza Popular.
Así comienza un post que recomiendo leer y que lo podéis hacer en el blog de Santiago González