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En estos tiempos que corren, el PNV debería reflexionar, dar el salto definitivo a un nacionalismo cívico que en un horizonte constitucional acepta la ambivalencia y la pluralidad, y acabar públicamente con los frentismos del 'Batu gaitezen', convirtiéndolos en mensajes transversales como el 'Zabal gaitezen'.
El pasado 2 de octubre, el dirigente del PNV Joseba Egibar publicaba en las páginas de EL CORREO un artículo -'Batu gaitezen'- cuya lectura causa perplejidad, desasosiego y preocupación. Al parecer, el texto constituye el manifiesto con las referencias políticas e ideológicas que el PNV presenta a los guipuzcoanos y a los sectores independentistas del partido. El burukide Egibar no se anda por las ramas y comienza su artículo con una consigna: 'Batu gaitezen (Unámonos)'. Es decir, dividamos la sociedad en dos partes y juntémonos los auténticos vascos frente a todos los demás. Excavemos una profunda fosa en el perímetro de la nación.
La monopolización de los sentimientos de pertenencia lleva a una categorización de los ciudadanos entre auténticos e impuros excluidos del grupo nacional. El etiquetado tiene la función deslegitimadora de indicar que una persona no pertenece a la nación. La etiqueta 'español' significa que uno no pertenece al País Vasco, no lo ama y no se preocupa por su identidad y conservación. El no nacionalista es un impuro y constituye una amenaza para los valores y la identidad de la nación.
A mi entender, también el manifiesto 'Batu gaitezen' procede a una politización retrógrada del concepto de 'comunidad', en el sentido de una 'comunidad del pueblo' desvinculada del Estado de Derecho.
Ante la clausura de 'Batu gaitezen', apertura: 'Zabal gaitezen'.