La pregunta crucial no es si el Estado de Derecho va a flexibilizar sus criterios para permitir que la izquierda abertzale concurra a las elecciones locales y forales. La cuestión es si lo que queda de ETA está tan mellado como para permitir que la izquierda abertzale se someta a la Ley. En otras palabras, si ETA está tan debilitada que no se siente con fuerzas para disputar a los dirigentes de la izquierda abertzale el liderazgo sobre su mundo.
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La izquierda abertzale necesita compañeros de viaje para acabar con la inercia etarra sin romper con ETA. Son los que le sirvieron de excusa en el reciente Acuerdo de Gernika. La izquierda abertzale necesita socios que le faciliten el despegue. Aralar y Eusko Alkartasuna sienten la angustia de encontrarse solos y sin la cómoda compañía jeltzale. Paradójicamente, la compañía del PNV, aunque sea puntual y condicionada, permite a cada cual remarcar su presencia en ese todo difuso del 'proceso'.
Bajo la sombra de Egibar, a Zabaleta se le hace más llevadero soslayar el debate sobre si, en buena lógica, Aralar debiera integrarse en una izquierda abertzale desarmada para la que nació. Bajo esa misma sombra, a Pello Urizar le resulta más fácil escabullirse de los compromisos contraídos para garantizar la presencia de la izquierda abertzale en los comicios de mayo. Y qué decir de la propia izquierda abertzale ante el momento decisivo de registrarse como partido nuevo.
Y el PNV, tiene algo que decir. Al margen de las apariencias, hoy ni el PNV, ni EA, ni Aralar están interesados en que la izquierda abertzale vuelva a ser legal de cara a las próximas elecciones locales y forales. Por otra parte, ni la izquierda abertzale ilegal ni ETA necesitan del PNV para hablar con el Gobierno.