Desde Gesto por la Paz hemos sido respetuosos con las decisiones judiciales aunque siempre hemos defendido, defendemos y defenderemos que quien ejerce la violencia o apoya su ejercicio, se autoexcluye de la política en una democracia.
Violencia y política son conceptos antagónicos y no pueden compartir espacios. El Estado de Derecho se aplicó y Bildu se presentó.
Tras unos resultados electorales sorprendentes para todos, han empezado los juegos pactistas donde casi todos quieren ser políticamente correctos. Sin embargo, muchas de las declaraciones que se escuchan dejan ver que hay intereses ocultos que pesan más que determinados valores que deberían orientar todas las reuniones que se hagan y todos los proyectos que se defiendan y se pretendan gestionar aun en el pueblo más pequeño de Euskal Herria.
La solución judicial al problema de compartir 'escaño' con personas que apoyan la violencia, no contentaba a muchos, pero eso no quiere decir que, una vez que estas personas estén en las instituciones, tengan ya carta libre para hacer como si no pasara ni hubiera pasado nada. Entonces -esto es, ahora-, es el momento de la política, de exigir unos mínimos éticos para cualquier compromiso futuro, de renunciar a pactar con quien no es capaz de elaborar un discurso de condena de la violencia de ETA. No es baladí, ni cosa del pasado. ETA todavía existe y nos está mirando.
No nos podemos escudar en que son 'legales' porque la ética tiene que guiar también las actuaciones en política. Hay un camino que todavía tienen que recorrer: el camino que les aleje de la violencia y les comprometa definitivamente con la democracia, con el futuro de este país. La violencia no es apuesta de futuro, ni lo será. Aún estamos esperando los pasos que tienen que dar.
Violencia y política son conceptos antagónicos y no pueden compartir espacios. El Estado de Derecho se aplicó y Bildu se presentó.
Tras unos resultados electorales sorprendentes para todos, han empezado los juegos pactistas donde casi todos quieren ser políticamente correctos. Sin embargo, muchas de las declaraciones que se escuchan dejan ver que hay intereses ocultos que pesan más que determinados valores que deberían orientar todas las reuniones que se hagan y todos los proyectos que se defiendan y se pretendan gestionar aun en el pueblo más pequeño de Euskal Herria.
La solución judicial al problema de compartir 'escaño' con personas que apoyan la violencia, no contentaba a muchos, pero eso no quiere decir que, una vez que estas personas estén en las instituciones, tengan ya carta libre para hacer como si no pasara ni hubiera pasado nada. Entonces -esto es, ahora-, es el momento de la política, de exigir unos mínimos éticos para cualquier compromiso futuro, de renunciar a pactar con quien no es capaz de elaborar un discurso de condena de la violencia de ETA. No es baladí, ni cosa del pasado. ETA todavía existe y nos está mirando.
No nos podemos escudar en que son 'legales' porque la ética tiene que guiar también las actuaciones en política. Hay un camino que todavía tienen que recorrer: el camino que les aleje de la violencia y les comprometa definitivamente con la democracia, con el futuro de este país. La violencia no es apuesta de futuro, ni lo será. Aún estamos esperando los pasos que tienen que dar.