Todo está dispuesto para regresar al pasado, aunque el papa Francisco reclama el «fin del horror» en su mensaje ‘Urbi et Orbi’, que nunca ha llegado a todos los eventuales pobladores del universo. Esta vez, como siempre, ha pedido a Dios que acabe con los conflictos y las guerras en el mundo, como si el llamado Sumo Hacedor dispusiera de tiempo para meterse en nuestras cosas.
Los seres humanos seguimos siendo unos ‘animales crédulos’. Jorge Bergoglio, que es el primer pontífice argentino, está viendo cómo se derriban los puentes y no puede ocultar su desánimo. Se advierte un cierto cansancio en sus palabras, en que siga clamando al Cielo ante los 60.000 fieles que se congregaron en la plaza de San Pedro del Vaticano. Aunque Su Santidad tenga más paciencia que un santo, no puede disimular que el mundo le parece un tango.
Ha pedido la paz, que es mucho pedir, especialmente para Tierra Santa, pero también para Irak y Yemen. No se ha olvidado de Siria, ni de las afueras de lo que queda de Alepo. Hace falta una gran memoria para olvidarse de todo y ha llamado «vil ataque» el perpetrado el último día de la Semana Santa contra los refugiados que huían. El saldo fue de 110 muertos. Aunque el coche-bomba no fuese el que transportara la madre de todas las bombas, fue suficiente para hacer que subieran al Cielo personas que no deseaban subir tan alto. Como en casa de uno, en ninguna parte.